Escribir para ser leída, para ser oída y para ser escuchada. Escribir para una misma. Escribir, transmitir, sentir con la palabra en la mano el fluir de cada día. Y editar. Querer llegar más allá de donde termina tu mano. Y creerlo posible. Un sueño. Una necesidad que hay que hacer realidad para completar el proceso de creación.
Cuando de tu mano ya no fluyen las palabras porque ya se han fijado en el papel y las letras quieren volar hacia nuevas mentes, empieza el largo y arduo proceso de buscar quien crea en ellas y las lleve a otros lares. Conseguirlo no es fácil, y consume tantas o más energías que el propio hecho de la creación, porque ahora ya no depende de una misma completar la obra. Hay que convencer, hay que luchar y hacerse creer… Tienes que convertirte en tu propia vendedora… demasiados ingredientes que pueden echar a perder el pastel.
No encontré asesoramiento alguno y tuve que hacer de Sherlock Holmes para saber que no estaba de más registrar la obra en el Registro de la Propiedad Intelectual
Empecé a buscar editorial cuando tenía mi primer libro terminado, L’illa de la flor, un proyecto de poesía, pintura y multimedia creado a tres manos. Necesité más de un año y muchos y buenos amigos con gran capacidad de paciencia para socorrerme en los continuos ataques de desesperación. Quise echarlo todo a perder porque en todas partes me abrían la puerta con una sonrisa, pero detrás siempre había un “pero” que la cerraba de un porrazo. No encontré asesoramiento alguno y tuve que hacer de Sherlock Holmes para saber que no estaba de más registrar la obra en el Registro de la Propiedad Intelectual antes de empezar a dejarla en una editorial y en otra… por si las moscas… tuve que aprender como era un contrato editorial, cuales eran las cláusulas legales y las que no, los porcentajes en los que se movían, aprender a negociar un contrato y tantas otras cosas lejanas a aquello tan romántico de publicar el primer libro. Internet se prestó a ayudarme, y algunos amigos hicieron lo mismo. Entre todos lo conseguimos.
Editar. Paciencia, tozudez y deseos de acabar el proyecto. Sólo con esos ingredientes consigues llegar al final del camino. Editar. Y hacerlo sin perder los nervios ni vaciar el bolsillo…
Editar no es crear. No fluye de una misma como las palabras. Editar. Editar. La palabra retumba en los oídos cada vez que la oyes. Editar. Esa gran meta a donde llegar sin ser herida de muerte. Editar. Paciencia, tozudez y deseos de acabar el proyecto. Sólo con esos ingredientes consigues llegar al final del camino. Editar. Y hacerlo sin perder los nervios ni vaciar el bolsillo… aunque algunos euros saldrán de él, puesto que si no ganas un concurso difícilmente una editorial apostará por ti a cambio de nada. Editar. Y luego dar a conocer la obra, promocionarla más allá de tu círculo de amigos… y dejar que fluya y consiga el reposo en casa de la lectora o lector una vez finalizado el largo camino… y completar así el ciclo. Y descansar. Y saborear el placer de haberlo conseguido.
Artículo publicado en Entrejóvenes, número 88 (junio, julio, agosto de 2005)